Tratamiento del Síndrome de Tourette

El Síndrome de Tourette es un trastorno peculiar que se manifiesta a través de los tics (movimientos repetitivos e involuntarios). Sin embargo, aún no han podido determinar con suficiente claridad cuál es la causa que los provoca.

Algunas de las investigaciones más recientes hipotetizan la existencia de ciertas anormalidades en algunas áreas cerebrales, dentro de las que se incluyen los lóbulos frontales, los ganglios basales y la corteza cerebral. Se afirma que en las personas que padecen del Síndrome de Tourette podría existir una disfunción en los circuitos que interconectan éstas regiones cerebrales así como en los neurotransmisores que potencian la comunicación nerviosa entre las mismas.

Aunque no se conoce la causa que origina este síndrome, realizar su diagnóstico es una tarea bastante sencilla. El factor principal para diagnosticarlo es la existencia de algún tic permanente que se haya manifestado durante el periodo de al menos un año. Sin embargo, en algunos casos se evidencian síntomas atípicos por lo que se puede requerir la ayuda de un conjunto de especialistas para certificar el diagnóstico y emplear algunas técnicas como la resonancia nuclear magnética, la tomografía computarizada y el electroencefalograma.

Vale aclarar que muchas personas cursan durante una buena parte de la vida con este trastorno sin referirlo al médico, algo que suele ser común en las personas donde el síndrome se manifieste con síntomas leves.

Una vez que la persona ha sido diagnosticada, si inicia temprano el tratamiento del Síndrome de Tourette, podrá lograr un notable control de los tics, si bien en muy pocos casos éstos logran erradicarse totalmente. La inmensa mayoría de las personas diagnosticadas no presentan una discapacidad acuciada por la presencia de los movimientos estereotipados; por esta razón, pueden lograr una recuperación satisfactoria. Sin embargo, en otros casos los tics interfieren en el funcionamiento cotidiano por lo que se necesitan medicamentos para controlarlos.

Entre los fármacos más empleados se encuentran los neurolépticos como el haloperidol y el pimozide, aunque su efectividad no resulta igual para todos los casos pudiendo aparecer efectos secundarios como la somnolencia, el aumento de peso o el embotamiento cognitivo. También se emplean los medicamentos agonistas alfa-adrenérgicos como la clonidina y la guanfacina, utilizándose medicamentos inhibidores de la recaptación de la serotonina como: la clomipramina, fluoxetina, paroxetina, sertralina y fluvoxamina, usados esencialmente para tratar los síntomas obsesivos-compulsivos.

Por otra parte, la psicoterapia se ha convertido en un complemento imprescindible del tratamiento del Síndrome de Tourette, pues aunque el mismo no es producido por causas psicológicas, éstas pueden agravar el curso del trastorno. Por ello el empleo de técnicas psicoterapéuticas ayuda a la persona a conocer mejor su trastorno y a manejar los problemas emocionales y sociales que el mismo suele acarrear.

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