Tres errores en las dietas
Una buena parte de la población se preocupa por el sobrepeso y se somete a estrictos regímenes dietéticos; de hecho, se conoce que entre el 5 y el 10% de los quinceañeros hace dieta. No obstante, según los especialistas, quienes realizan dietas rigurosas e inadecuadas se exponen 18 veces más al riesgo de desarrollar un trastorno alimenticio como la anorexia.
Así, cuando las personas se propongan perder peso deben primeramente conocer cuáles son los tres errores en las dietas más comunes y que deben evitarse:
1. Comer a deshoras y optar por aquellos alimentos que no sacian el hambre. Toda persona que inicia una dieta debe conocer que debe ingerirse, como mínimo, tres comidas al día, e incluso si es posible, realizar dos meriendas intermedias. Cuando estamos comiendo a deshoras estamos saciando el hambre pero no estamos satisfaciendo adecuadamente nuestras necesidades energéticas, además de que ponemos en riesgo nuestra salud jugando con la aparición de los picos glucémicos. Es por esto que se recomienda comer en menores cantidades pero con más frecuencia y optar por aquellos alimentos que aporten una menor cantidad de calorías pero que tengan un mayor poder saciante.
2. Saltarse comidas obligatorias. Muchas de las personas que quieren perder peso adoptan el camino más rápido y fácil: saltarse las comidas; sobre todo el desayuno. Sin embargo, como ya se ha dicho, está comprobado que quien come más veces al día, realmente ingiere menos calorías totales porque llega con menos hambre a cada comida y además, se mantiene de buen humor durante todo el día.
3. Iniciar una dieta bajo presión. En ciertas ocasiones el ambiente que nos rodea nos “obliga” a iniciar una dieta para perder kilos, ya sea porque las amigas iniciaron ellas mismas una dieta o porque deseamos perder peso para el verano. Se ha comprobado que las dietas que se comeinzan debido a factores externos a nosotros mismos terminan en el fracaso total ya que no llegamos a concientizar la importancia de las mismas y sólo nos sometemos a una especie de restricción masoquista que a la larga termina resultando dañina no sólo para nuestro organismo sino también para el equilibrio psicológico.