El diagnóstico de la arterioesclerosis: Una forma de combatir la enfermedad

En los últimos años se ha descubierto que la arterioesclerosis comienza su lento y asintomático avance desde edades tan tempranas del desarrollo como la niñez. Aunque ésta no es una buena noticia del todo, los investigadores afirman que el hecho de poder detectar de forma tan rápida la presencia de placas de ateroma en las arterias sería un gran paso de avance en el diagnóstico de la arterioesclerosis.

Hasta el momento los principales factores de riesgo asociados a la arterioesclerosis han sido: el tabaquismo, algunos aspectos ambientales y genéticos, la obesidad y patologías como el Síndrome Metabólico. Si embargo, todo este panorama cambia al detectar la presencia de los primeros indicios de la enfermedad. Desde esta nueva perspectiva se puede obtener una visión más objetiva de la arterioesclerosis que permita evaluar y detener las posibles complicaciones de la misma.

Actualmente se manejan tres métodos claves para detectar la arterioesclerosis en sus primeros estadios (cuando aún no se han manifestado los síntomas en toda su extensión). La ecografía de la carótida es una de las pruebas más empleadas. En esta prueba se mide la grasa de la capa interna de la arteria, cuanta más grasa se muestre en el resultado, mayor será la probabilidad de que la persona padezca de arterioesclerosis.

Otra de los exámenes empleados es el índice tobillo-brazo. En este caso se mide la presión arterial en el brazo y la pierna y se determina la presencia o no de la arterioesclerosis. Este método se basa en la idea de que la presión sanguínea periférica es un espejo del estado en que se encuentra el sistema cardiovascular y circulatorio en el organismo. Así, los resultados de esta prueba son un indicador muy evidente de cómo se manifiesta la presión sanguínea a nivel circulatorio.

El tercero de los métodos de diagnóstico de la arterioesclerosis es la valoración de la rigidez arterial. En este caso se evalúa la rapidez de la circulación sanguínea (que depende directamente del grado de elasticidad de las arterias que amortiguan su paso), demostrando inconfundiblemente la presencia de calcificaciones y posible daño arteriosclerótico.

Armados con estas técnicas, los especialistas podrían determinar la existencia o no de arterioesclerosis desde las edades tempranas del desarrollo y así se trabajaría en su evolución para lograr un pronóstico favorable.

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