Bebés con retraso en el habla se recuperan con posterioridad

Una investigación recientemente publicada en la revista Pediatrics afirma que aunque los niños que presentan retraso en el habla podrían manifestar algunos problemas conductuales y emocionales leves a los dos años, éstas alteraciones no suelen ser duraderas.

A los 15 meses el niño debe ser capaz de seguir una sencilla instrucción de un solo paso. Ya para los 18 meses debe saber apuntar a ciertas partes del cuerpo cuando se le pide y para los dos años debe ser capaz de completar una dirección de dos pasos. Si estos procesos no fluyen dinámicamente pudiéramos estar frente a una alteración en el comienzo del lenguaje expresivo.

Según las estadísticas, hasta el 18% de los niños tienen lo que se conoce como retraso del lenguaje expresivo; o sea, retraso en la capacidad de hablar. Pero hasta el momento se ignoraba si esta alteración podía provocar otros trastornos en el desarrollo del niño.

Para comprobar esta idea los investigadores le pidieron a los cuidadores de más de 1 600 niños que completaran una Encuesta de Desarrollo del Lenguaje. Así encontraron que 142 niños comenzaron a hablar más tarde de lo normal. Los especialistas siguieron durante los próximos 17 años a estos niños realizando cinco evaluaciones psicológicas y del lenguaje (cada dos o tres años).

Como resultado, se evidenció que a los dos años los niños que comenzaron a hablar tardíamente poseían más problemas conductuales y emocionales. Aunque los psicólogos afirman que esto pudiera deberse a la frustración de los niños por no poder comunicarse. Sin embargo, estos problemas no persistieron una vez que los niños alcanzaron las etapas lingüísticas normales (obviamente, siempre que no se presentara alguna otra alteración en el desarrollo).

Teniendo en cuenta estos resultados, los investigadores le sugieren a los padres y cuidadores que no se preocupen ante el comienzo tardío del lenguaje pues esto suele ocurrir con bastante frecuencia y no suele dejar secuelas. También le recomiendan a los padres que le proporcionen a sus hijos un ambiente comunicativo rico de manera que estos encuentren un espacio fértil donde pueden desarrollarse. Esto puede lograrse mediante el juego, la lectura, la conversación o la simple interacción cotidiana.

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