Las enfermedades del verano
Es conocido por todos que el invierno acarrea consigo una serie de enfermedades que van desde la gripe común hasta la depresión estacional. Sin embargo, hasta el momento poco se conocía de las enfermedades del verano. De hecho, existe una gran parte de la población para la cual el verano se convierte en una verdadera pesadilla.
Estas personas se sienten perfectamente durante la temporada invernal y en verano sufren de una profunda depresión y refieren síntomas característicos del estado de pánico. Este trastorno se conoce como Summer Sad (Tristeza o Depresión de Verano) y forma parte de lo que se conoce en el ámbito médico como Desorden Afectivo Estacional.
Según Claudio Mencacci, Director del Departamento de Neurociencias del Hospital Fatebenefratelli de Milán, durante el verano se aprecia el aumento de algunas patologías como los trastornos de pánico y los obsesivo-compulsivo.
¿Las consecuencias? Aumenta el consumo de alcohol, los comportamientos agresivos, la euforia y la bulimia.
La diferencia entre la depresión de verano y la de invierno radica en que esta última se manifiesta con un aumento del sueño y del apetito (y por ende se incrementa el consumo de carbohidratos). Al contrario, en la depresión veraniega se evidencia el insomnio y se pierde el apetito por lo que se puede producir una pérdida importante de peso.
La depresión veraniega afecta fundamentalmente al sexo femenino y su incidencia aumenta sobre todo después de los 35 y 40 años. De hecho, según datos estadísticos aproximadamente el 25% de la población sufre variaciones del humor según la estación del año. Específicamente, casi 3 millones de italianos sufre todos los síntomas del Desorden Afectivo Estacional.
¿Por qué sucede esto?
El cambio de las estaciones implica la transformación de una serie de variables complejas que inciden sobre nuestro metabolismo. Algunas de las más importantes que pueden afectar nuestro sistema neuroendocrino son: la cantidad de luz, la temperatura y la humedad ambiental. De hecho, son varias las investigaciones científicas que han demostrado que la cantidad de luz incide en la producción de melatonina, una hormona que regula algunas de las funciones del organismo.