La chirimoya: El manjar blanco
La chirimoya es una fruta que crece en las zonas tropicales. Los españoles cuando la probaron por vez primera en las regiones latinoamericanas la denominaron el “manjar blanco” debido a su exquisito sabor y a su pulpa de color blanco.
La chirimoya destaca por su elevado contenido en agua pero también posee carbohidratos, glucosa y fructuosa. Aunque su contenido en grasa es muy bajo, su aporte calórico es elevado debido a la cantidad de azúcares que posee por lo que las personas que estén a dieta para adelgazar deben consumirla con moderación.
En lo que respecta a los nutrientes, la chirimoya es rica en potasio y en vitamina C. El potasio le confiere la propiedad de facilitar la transmisión y generación del impulso nervioso y la vitamina C le permite intervenir en la formación del colágeno, los huesos, los glóbulos rojos y favorece la absorción del hierro de los alimentos y la resistencia a las infecciones.
Por otra parte, el contenido de fibra de la chirimoya hace que la misma facilite el tránsito intestinal e incluso tiene propiedades laxantes. Debido a que es una fruta rica en potasio y con bajo contenido en sodio es ideal para aquellas personas que poseen hipertensión arterial o cualquier enfermedad cardiovascular.
No obstante, debido a su elevado contenido en azúcar es conveniente que las personas con diabetes elijan las frutas más pequeñas que son menos dulce. Otro tanto sucede con aquellas personas que padezcan de insuficiencia renal que no deben consumir demasiado potasio.
El aspecto más problemático de la chirimoya radica en su conservación ya que la misma suele tener un tiempo de vida muy limitado. Así, es conveniente consumirlas entre 5 o 6 días después de la recolección y evitar ponerlas en la nevera ya que esto interrumpe la maduración, es preferible dejarlas en una temperatura ambiente.
La chirimoya puede consumirse lo mismo de manera natural teniendo cuidado con las semillas o en forma de zumo o en batido.