El secreto de una buena base de maquillaje: II PARTE

Las bases corrigen de forma óptica el aspecto apagado y gris, borran visualmente las imperfecciones y son lo mejor para disimular la mala cara. Se presentan en diferentes formas de emulsión fluida, ligera y transparente, en tonos blanco o en tonos pastel y, además de dar luminosidad a la piel, actúan como velos correctores de la luz y contrarrestan la tendencia amarillenta o grisáceas de la piel.
Permiten aclarar las zonas en sombra, revalorizar los rasgos y aseguran una mejor cohesión de la capa córnea, que se traduce en un cutis más liso. Sus fórmulas van enriquecidas con sustancias hidratantes y protectoras y con distintos activos, elegidos en función del problema que se quiera disimular, de forma que el tratamiento completa el efecto camuflaje del color; así, por ejemplo, se incluyen extractos de plantas como el hamamelis o la camomila por sus efecto calmantes, pepino u ortiga por sus propiedades para reavivar el cutis, extracto de ruscus por su poder tonificante y derivados de regaliz por sus virtudes suavizantes.

Es importante que tengas bien presente la forma adecuada de aplicar una base de maquillaje. Las bases correctoras se utilizan siempre en pequeñas cantidades para conseguir un efecto luminoso. Se pueden aplicar en la totalidad del rostro si la piel tiene mal aspecto, en una zona para disimular las imperfecciones como manchas, cicatrices, ojeras, granos. Y en algunos casos para atraer la luz alrededor de los ojos, en el contorno de los labios, en la frente, los pómulos, la barbilla. También se puede mezclar con el fondo de maquillaje para lograr mayor resplandor.
Las bases correctoras coloreadas cumplen un efecto distinto según el color. Para elegirlo hay que tener en cuenta el tono de la piel, el ambiente, focos, luces, luz de día, y las propiedades específicas de cada uno.

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