Tres factores implicados en la obesidad
1. Hormona del crecimiento. Detrás de un aumento de peso se suele encontrar un incremento calórico. Sin embargo, en algunos casos el exceso de calorías no proviene de una dieta hipercalórica, sino de un problema en el gasto de calorías.
Esta es la hipótesis que ha salido a la luz de la mano de un estudio realizado en la Universidad de Michigan, en el que se ha descubierto que el gasto calórico está estrechamente vinculado con el funcionamiento de la hormona del crecimiento: mientras más altos son los niveles de la hormona de crecimiento, mayor es la quema de calorías y menor la ganancia de peso. Al contrario, cuando estos niveles disminuyen (como sucede con el paso de los años), la quema de calorías se ralentiza y el peso aumenta. Los investigadores suponen que esto se debe a que los niveles elevados de la hormona de crecimiento generan un aumento de la actividad metabólica y, por ende, un mayor consumo de calorías.
2. Heredabilidad genética. Los resultados de un estudio publicado en la revista The Lancet afirman que el sobrepeso está genéticamente determinado por la variación de un gen específico, el FTO. Se trata del primer gen asociado directamente con la obesidad y el riesgo de engordar a medida que envejecemos.
De hecho, en diferentes investigaciones se ha encontrado que las personas que tienen este gen suelen tener más peso corporal que quienes no poseen esa variante genética. Incluso, se ha descubierto que este gen puede influir en la regulación del apetito y la sensación de saciedad, haciendo que las personas sean incapaces de determinar con exactitud cuando se sienten saciadas o cuando tienen hambre. Asimismo, se conoce que quienes no tienen este gen, son capaces de desarrollan una voluntad más fuerte para resistir la comida, lo que explicaría por qué a algunas personas les resulta más fácil regular su alimentación y peso que a otras.
3. Funcionamiento cerebral. Diversos estudios han comprobado cómo influye el centro de la saciedad cerebral sobre el control del apetito y el riesgo de engordar. Sin embargo, ahora investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale han encontrado el mecanismo que se esconde en su base. Se trata de una alteración funcional en el centro de alimentación que se encuentra en el hipotálamo y que influye en la regulación de la saciedad y el apetito.
Los resultados han sido publicados en la última edición de la revista Proceedings of the National Academy y afirman que las señales neuronales que regulan el apetito y la saciedad en las personas obesas son más lentas. Al contrario, en las personas resistentes a la obesidad las señales cerebrales de saciedad viajan con mayor rapidez y, por ende, son propensas a comer menos ya que se sienten saciadas mucho antes.
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