Sin embargo, los síntomas del autismo tienden a variar de una persona a otra dependiendo de la gravedad del trastorno y llegando en ocasiones a pasar desapercibidos, especialmente en los niños afectados por otros impedimentos físicos que enmascaran la enfermedad. A pesar de ello, la manifestación de algunos indicadores particulares conllevan a la evaluación adecuada del autismo.
Entre los primeros síntomas que indican la presencia del trastorno se encuentra la ausencia del balbuceo o señalamiento y el no responder por su nombre. También se manifiesta la pérdida del lenguaje o las habilidades sociales, un inadecuado contacto visual y la falta de receptividad social.
Más tarde en el desarrollo puede evidenciarse una capacidad limitada para establecer amistades o sostener una conversación con otros niños y un deterioro del juego social e imaginativo. Por otra parte, el uso repetitivo o inusual del lenguaje, la presencia de patrones de interés restringidos y el apego a rutinas o rituales específicos se convierten también en rasgos característicos de la enfermedad.
Para el diagnóstico basado en la observación clínica también pueden emplearse pruebas neurológicas y cognitivas o pruebas genéticas que identifiquen una alteración biológica. Una vez identificado el trastorno se comienza el tratamiento, orientado esencialmente a minimizar los síntomas específicos y a desarrollar sus potencialidades.
El tratamiento del autismo intenta cubrir las necesidades del niño, sobre todo en el plano conductual. Por ello una de las terapias psicológicas más comunes es la intervención conductual educativa en la cual se intenta que los niños desarrollen habilidades lingüísticas y sociales. A la misma vez, se brinda asesoría a los padres sobre cómo enfrentar los desafíos particulares de la enfermedad.
También se emplean medicamentos dirigidos a tratarlos síntomas específicos. Algunos especialistas utilizan antipsicóticos para tratar los problemas graves de conducta y anticonvulsivos en el caso de que aparezcan eventos convulsionantes. También se emplean diversos fármacos para la depresión, la ansiedad, los síntomas obsesivos-compulsivos y los problemas de atención.
En el tratamiento del autismo se emplean además otras terapias relacionadas con la dieta alimenticia, la fisioterapia o terapias ocupacionales. De esta manera, los niños con autismo pueden llevar un estilo de vida más saludable y “normal”.
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