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Desmontando mitos sobre el colesterol

Cuando escuchamos la palabra “colesterol” inmediatamente realizamos una asociación negativa pues sabemos que este es uno de los principales factores de riesgo de los ictus, la arterioesclerosis y las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, lo cierto es que aún existen muchos mitos sobre el colesterol, muchos de los cuales se deben a las imprecisiones de la información que se le hace llegar al público.

Colesterol bueno y colesterol malo

En primer lugar, debes saber que el colesterol no es sino un lípido imprescindible para nuestro organismo ya que está involucrado en la producción de hormonas, la formación de la bilis y la generación de vitamina D. De hecho, una parte del colesterol proviene de los alimentos que ingerimos cotidianamente pero otra parte la genera nuestro cuerpo.

El colesterol es una sustancia grasa que no se disuelve en la sangre, lo cual significa que necesita ser transportado. Entonces entran en juego las famosas lipoproteínas: LDL (colesterol malo) y HDL (colesterol bueno).

El LDL lleva el colesterol a los tejidos pero cuando sus niveles son muy altos, hace que este se deposite en las paredes de las arterias por lo que obstruye el paso de la sangre o incluso puede impedirlo por completo. Por otra parte, el HDL se encarga de eliminar el colesterol que se acumula en los tejidos y arterias.

¿Cuáles son los niveles de colesterol que podrían considerarse saludables?

En sentido general, las cifras del colesterol total deben estar por debajo de 200 mg/ml. El LDL está en los límites normales cuando es menor que 100mg/dl y el HDL debe ser superior a los 35 mg/dl en el caso de los hombres y 40 mg/dl para las féminas.

Finalmente, vale aclarar que, como casi todo en la vida, los extremos son malos. Una investigación realizada por la  Sociedad Española de Cardiología nos ha demostrado que cuando los niveles de HDL son demasiado bajos, corremos un mayor riesgo de desarrollar diferentes enfermedades metabólicas, como la diabetes mellitus.

¿Cuál es la solución?

Evitar las grasas trans que se encuentran en los alimentos preconfeccionados y la comida rápida; así como la mantequilla, la yema del huevo y las carnes con mucha grasa. Por otra parte, debemos apostar por alimentos que nos aporten colesterol bueno, como los pescados azules, los frutos secos y el aceite de oliva. Por supuesto, no debemos olvidar realizar ejercicio físico de intensidad moderada y al menos tres veces a la semana.

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