El cerebro de los bebés: ¿Afectados por el estrés?
Un estudio reciente asevera que el cerebro de los bebés pudiera afectarse con el estrés, sobre todo si se trata de bebés prematuros sometidos a cuidados intensivos.
El estudio en cuestión fue publicado en la revista Annals of Neurology y analizó la evolución de 44 bebés prematuros. Específicamente, se evaluó el nivel de estrés al cual eran sometidos los bebés tanto antes de su nacimiento como durante y después del parto.
Como resultado, se apreció que los bebés eran expuestos a un gran número de agentes estresores que iban desde los procedimientos médicos invasivos durante el parto hasta los cambios de pañal y los procedimientos propios de los cuidados intensivos.
Así, los investigadores hallaron que la presencia de estrés se relacionaba con una menor anchura del área frontal y parietal del cerebro de los bebés, encontrándose además alteraciones en la microestructura y en la conectividad funcional dentro de los lóbulos temporales. Por si fuera poco, los bebés expuestos a mayores niveles de estrés durante las primeras dos semanas de vida también manifestaban ciertos patrones anómalos del desarrollo y puntuaciones más bajas en los reflejos.
¿Qué significa esto?
El volumen cerebral en el momento del nacimiento puede predecir el desarrollo neural posterior, por lo que las afectaciones en el tamaño y estructura del cerebro durante los primeros días de nacido podrían afectar la evolución neuropsicológica y social del niño en su etapa adulta.
A confirmar la incidencia del estrés en el desarrollo posterior del niño acude otra investigación realizada en la Universidad Estatal de Georgia. Este estudio demostró que los agentes estresores a los que son sometidos los bebés durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos suelen provocar alteraciones en la sensibilidad ante el dolor cuando llegan a la adolescencia.
Esto sucede porque los bebés suelen producir un mayor número de endorfinas (que les permitiría inhibir a nivel cerebral el dolor). De esta forma, cuando llegan a la adultez mantienen los mismos índices de producción que facilitan la inmunización ante el dolor.
Por supuesto, aún quedan muchos factores por deslindar pero estas investigaciones abren un nuevo campo de estudio y demuestran la importancia de minimizar al máximo posible los agentes estresores en las primeras semanas de vida del bebé.