Diagnóstico de la epilepsia

La epilepsia es un trastorno de diagnóstico bastante sencillo ya que a partir de la presencia de las conocidas crisis epilépticas se puede arribar a una conclusión diagnóstica. Sin embargo, en ciertos casos las personas pueden manifestar síntomas muy parecidos a la epilepsia pero que en realidad no son eventos epilépticos; por ello el especialista siempre aplicará algunas pruebas médicas y realizará un seguimiento cuidadoso de la enfermedad.

Una de las pruebas más empleadas para el diagnóstico de la epilepsia es el Monitoreo con Encefalograma (EEG), el cual es capaz de registrar las anormalidades en la actividad eléctrica del cerebro. Las personas con epilepsia generalmente manifiestan cambios en los patrones normales de las ondas cerebrales, aún cuando no experimenten una convulsión, por lo que el empleo de este examen permite detectar estos cambios cerebrales. No obstante, vale aclarar que el EEG no es una prueba infalible para determinar certeramente el diagnóstico de epilepsia pues en ocasiones los cambios cerebrales pueden no detectarse o ser detectados pero estar originados por una causa diferente. Así, el empleo de esta técnica no debe ser concluyente para el diagnóstico.

Otro de los exámenes para el diagnóstico de la epilepsia es el estudio de Imágenes Cerebrales, siendo comúnmente empleada la Tomografía computarizada (TC), la Tomografía por Emisión de Positrones (TEP) y la Resonancia Magnética (RM). Este tipo de pruebas revelan las anormalidades estructurales del cerebro pudiendo detectar el posible origen de las convulsiones y las alteraciones en su funcionamiento. Dentro de este tipo de pruebas también se emplea (aunque con menos frecuencia) el magnetoencefalograma (MEG); una prueba que detecta las señales magnéticas emitidas por las células cerebrales y que permite vigilar la actividad cerebral en diferentes puntos de cerebro en un período de tiempo determinado.

Por supuesto, el análisis del historial médico del paciente siempre será un elemento imprescindible para el diagnóstico ya que a partir del mismo el médico podrá reunir una información valiosa sobre la historia de la sintomatología (el número y duración de las crisis) y otros datos relacionados con los antecedentes patológicos personales y familiares.

Para el diagnóstico de la epilepsia también suelen emplearse técnicas más convencionales como las pruebas de sangre (donde se detectan los trastornos metabólicos o genéticos posiblemente implicados a las convulsiones) y las pruebas de comportamiento y de desarrollo (diseñadas para evaluar las habilidades motoras, la conducta y la capacidad intelectual de la persona, en el intento de definir el tipo de epilepsia que afecta a la persona).

De esta manera, una vez que se obtienen todos los datos posibles, el médico podrá realizar un diagnóstico certero en aras de establecer una estrategia medicamentosa personalizada.

  Consejos, Enfermedades, Medicina