El cerebro que habita en tu intestino

intestinoEl intestino es uno de los principales responsables del proceso de digestión y de la expulsión de los residuos. Sin embargo, ahora los especialistas están convencidos de que el intestino realiza otras funciones igualmente importantes: actúa como un mini cerebro que incide sobre nuestro apetito y estado de ánimo. Dicho de esta forma, puede parecer una locura pero las investigaciones más recientes en el campo de la neurofisiología y nutrición confirman esta idea.

El intestino: Nuestro segundo cerebro

El mini cerebro que habita en el intestino es muy semejante al cerebro que todos conocemos. Este segundo cerebro tiene neuronas que están ubicadas en las paredes del intestino y están distribuidas en red, tal y como ocurre en el sistema nervioso central. De hecho, se conoce que existen más neuronas en el intestino que en toda la médula espinal. Asimismo, este mini cerebro es capaz de producir grandes cantidades de hormonas (incluidas las hormonas supresoras del apetito) y cuenta con diversos tipos de neurotransmisores.

Sin embargo, también es impresionante el hecho de que el sistema nervioso (específicamente el nervio vago) comunica a ambos cerebros y envía señales en las dos direcciones. Esta peculiaridad le permite al intestino incidir en las funciones y los sistemas de nuestro cuerpo como por ejemplo, en la regulación del apetito y en nuestro estado de ánimo. Es por eso que cuando estamos preocupados o estresados, nuestro apetito se bloquea pero si nos sentimos ansiosos experimentamos un hambre voraz.

El mecanismo de acción de este mini cerebro en realidad es bastante sencillo. Todo comienza cuando la comida llega a nuestro estómago y el intestino empieza a secretar hormonas hasta que estas alcanzan un determinado nivel. En ese momento, el mini cerebro intestinal envía señales al hipotálamo y el tronco cerebral, que son las áreas encargadas de detener el consumo de comida, y espera la respuesta. En práctica, ese mini cerebro intestinal le avisa al otro cerebro que es suficiente con lo que hemos comido.

En este proceso también ocupan un lugar importante las bacterias que viven en el intestino y que se encargan no solo de descomponer la comida sino también de regular nuestro apetito. Se ha descubierto que estas bacterias son capaces de producir un tipo especial de proteína (llamada péptidos) que puede regular el hambre e incidir sobre nuestros gustos culinarios. Tanto así que se ha encontrado, por ejemplo, que las personas que adoran el chocolate tienen determinadas bacterias en la orina que son diferentes a las que se hallan en las personas que no suelen comer chocolate.

En resumen, que este mini cerebro parece contar con una buena organización. El siguiente paso será aprender a manejarlo.

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